Tucumán no está acostumbrada a los superlativos, por lo que la presencia del rally más extremo del mundo en sus terrenos sigue pareciéndole tan seductora como la primera vez. El público local se repartió en diferentes puntos del trazado para observar desde el mejor lugar posible el paso de la caravana, esta vez dividida en Autos y Camiones por un lado, y Motos y Cuatriciclos para el otro.
Martín y Soledad, por ejemplo, llegaron al punto elegido, a la vera del río Loro, alrededor de las 3.30 de la madrugada. Ya había gente para entonces, pese a que el paso de los vehículos pesados estaba previsto para el mediodía. “Se largó una tormenta a las cinco de la mañana y nos tuvimos que refugiar en una camioneta de la policía”, cuenta Soledad, cuya principal motivación fue acompañar a Martín.
“El Dakar es una experiencia a nivel mundial que tenemos la suerte de tener en la provincia. Quién sabe si volveremos a verlo por aquí el año que viene”, advierte él, devoto de Nasser Al Attiyah y Robby Gordon. “Son los dos más carismáticos. Además, de Robby se puede esperar cualquier cosa. Me encantaría verlo pegar un salto acá y aterrizar allá”, anhela señalando un espacio como de 15 metros.
El paso de la Hummer naranja, sin embargo, estuvo muy lejos de eso. Para su decepción, y la de todos los tucumanos apostados en los alrededores del Cadillal y la usina, los bólidos atravesaron dicho tramo a velocidad controlada. Es decir, sin los motores rugiendo al máximo. “¿Tanto lío para esto?”, se quejó un espectador apenas vio el no tan rápido andar del príncipe qatarí, resumiendo la frustración de quienes habían ido en busca de máxima velocidad. Superada esa decepción inicial, el público entendió que seguía siendo un espectáculo sin igual y se entregó al juego de las fotos en pleno salpicón de agua.
“Me gustan todas las categorías, pero más que nada vengo para ver a los camiones. Son realmente impresionantes”, reconoce Ramón Gordillo, que por su condición de lugareño se confiesa fanatico del rally provincial.
A una distancia más segura, Teresa Díaz se regocija, no tanto por ella, sino por su nieto Francisco, de 11 años, enfermo de los autos y seguidor de Sébastien Loeb. “Vino toda la familia por él. No le hablen de otra cosa, sueña con ser piloto. O diseñador de autos. Tengo guardados todos los dibujos de autos que hace desde que tenía tres años, y lo único que le pido a Dios es que me dé vida para entregárselos cuando cumpla 18, así recuerde la pasión que tenía a esta edad”, sueña Teresa.
Punto de encuentro
Previsiblemente, la mayor cantidad de espectadores confluyó en Choromoro, punto de encuentro de las cuatro categorías antes de partir en enlace hacia Las Termas. Allí estaba previsto el mayor despliegue, incluyendo el encuentro cara a cara entre los pilotos y el público. El gran ganador fue el “tribunero” Robby Gordon, cuyas extravagancias al volante lo han colocado como el más popular, incluso por encima del amable y solidario Al Attiyah. Una vez completado el especial, y luego de firmar autógrafos y sacarse fotos con sus fans, el estadounidense pidió que despejasen el camino y lo atravesó a gran velocidad, “bañando” de barro a los espectadores, que lo tomaron con gracia. Una picardía más del “loco” de la Hummer naranja.